La espera en la salud pública
Cierto nivel de espera es inevitable en todo sistema de salud. Ello se debe a la naturaleza de muchas prestaciones médicas – en particular, intervenciones o tratamientos que requieren tiempo para mostrar su eficacia – y a la escasez de recursos frente a las necesidades crecientes de atención de la población. Dado que la espera es una condición que estará siempre presente en el ámbito de la salud pública, es necesario gestionarla adecuadamente, tanto en su duración como en su experiencia, para evitar o minimizar sus resultados negativos sobre el bienestar de las personas.
Cuando la espera es larga y los pacientes no cuentan con la información que necesitan, las consecuencias pueden ser el deterioro de la su salud del paciente, la prolongación del sufrimiento y la erosión de la legitimidad del sistema (Banco Interamericano de Desarrollo, 2016). En cambio, cuando la espera se gestiona de forma proactiva, mejorando la experiencia de los pacientes, se puede influir positivamente en la valoración subjetiva del servicio recibido y en los resultados objetivos de salud (Fregene et al. 2017).